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Aspectos Teoricos

El estudio de lo que se denomina en criminología la Carrera Delictual es clave no sólo para comprender las causas de la conducta infractora, sino para entender cómo enfrentarla. En la experiencia comparada, diversos estudios longitudinales (Soothill, Fitzpatrick y Francis 2009) han generado importante evidencia acerca de aquellos factores de riesgo que, de estar presentes en la vida de los sujetos, aumentan la probabilidad de que estos desarrollen conductas desadaptativas. A su vez, el estudio de la conducta delictual a lo largo de la vida, ha permitido constatar que, si bien el inicio temprano en la delincuencia predice una carrera criminal más larga y más prolífica (Piquero 2011); esto no necesariamente implica que todos los que comienzan a delinquir durante la niñez o en la adolescencia, lo seguirán haciendo en la edad adulta. De hecho, el análisis de la curva edad-delito , muestra que aproximadamente 60 por ciento de los infractores juveniles no sigue delinquiendo en la adultez temprana, independiente de la edad de inicio de la conducta delictual (Loeber y Farrington 2012).

Desafortunadamente, en Chile no se cuenta con estudios longitudinales en población infractora, lo que ha imposibilitado el diseño de programas y políticas basados en evidencia empírica. El presente estudio pretende contribuir con información para disminuir esta brecha en el conocimiento, a través del seguimiento de una cohorte de adolescentes infractores de ley. La conformación de este panel va a permitir, por un lado, recolectar información sobre la trayectoria delictual de manera retrospectiva (primera ola), y al mismo tiempo contar con datos prospectivos (segunda ola) para poder explorar el efecto de diversos eventos de vida y factores asociados al desarrollo en la conducta delictual.

La presente investigación se centra en la adolescencia, ya que la evidencia ha mostrado que la carrera delictual generalmente se inicia aproximadamente entre los 8 y los 14 años de edad, mientras que la mayor frecuencia en la prevalencia de delito ocurre aproximadamente a los 17 años, tras lo cual comienza a disminuir (Piquero 2011; Bowles and Pradiptyo 2005; Stouthamer-Loeber et al. 2004). En esta etapa de la vida, los sujetos experimentan importantes cambios en el desarrollo, que podrían estar asociados al inicio y a la disminución de la delincuencia. Por ejemplo, estudios recientes han mostrado que a partir de los 17 años las funciones ejecutivas comienzan a madurar y se empieza a desarrollar una mejor integración del funcionamiento cerebral. Lo anterior, favorecería la disminución de la agresividad, produciría mejoras en el pensamiento dirigido a metas y en la capacidad de incorporar las posibles consecuencias negativas de la propia conducta, entre otros cambios (Bryan-Hancock and Casey 2010; Galambos et al 2005; Cauffman and Steinberg 2000; Steinberg and Cauffman 1996). Por otro lado, a diferencia de los países desarrollados, donde la transición a la edad adulta se produce generalmente después de los 18 años de edad, en Chile esta transición se produciría más tempranamente, imponiendo roles a los adolescentes asociados a la paternidad y al trabajo, que podrían favorecer cambios hacia una conducta más pro-social. Estudios sobre los factores asociados al desistimiento, han mostrado que aspectos tan simples como el empleo, la familia, los hijos, los lazos sociales y el sentido de auto eficacia son algunos de los hechos que más se asocian con este proceso de cambio (Maruna 2001, Sampson y Laub 2003, Bottoms y Shapland 2011). De esta manera, realizar un seguimiento anual de los jóvenes que, justamente en su mayoría tienen 17 o 18 años, entregará información relevante de una etapa de muchos cambios que influyen en la definición de las trayectorias delictuales.

Otro eje importante del estudio tiene que ver con la relación droga delito. La asociación entre uso/abuso de drogas y comisión de delitos es un hecho ampliamente documentado. La relación empírica entre estos dos fenómenos se sustenta en el altísimo nivel de consumo presente en la población infractora de ley al compararla con la población general (SENAME, 2006); y por la concordancia entre ambas curvas epidemiológicas que se elevan simultáneamente durante la adolescencia y comienzan a descender luego, con menor intensidad en el caso del consumo de drogas (Witherford 2007). En Chile existen antecedentes de prevalencias de consumo de marihuana en torno a 80% entre los infractores de ley versus 20% en población escolar del mismo rango de edad, y 50% de cocaína/pasta base versus 7% (SENAME 2006, CONACE 2007). Sin embargo el hecho de que exista relación no implica necesariamente que exista causalidad entre ambos fenómenos. A nivel internacional la atribución de causalidad entre ambas conductas ha sido un tema ampliamente discutido, siendo el modelo de Goldstein uno de los más aceptados y medidos. En Chile, las atribuciones de droga/delito se han estimado mediante este modelo (Valenzuela & Larroulet, 2010) que divide los mecanismos de influencia de la droga y el delito en tres componentes: el delito sistémico, psicofarmacológico y económico compulsivo. Sin embargo, una de las falencias del modelo es que se aplica sólo para delitos puntuales (último delito, delito de condena), no abordando el problema de la influencia del consumo en el desarrollo de una trayectoria delictual. Es por esto que el presente estudio abordará el tema de la relación droga/delito desde una perspectiva no estudiada previamente en Chile, es decir, buscando determinar de qué manera el consumo de drogas impacta en la duración e intensidad de las trayectorias delictuales. Además se buscará determinar específicamente si el consumo de drogas juega algún rol en la prolongación e intensificación de carreras delictuales, e inversamente si la reducción o abstinencia en el consumo de drogas repercute sobre la cesación de una trayectoria delictual constituida.

Finalmente, en el presente estudio se incorporarán variables de salud mental de los jóvenes infractores. Actualmente en Chile, existen dos estudios que han realizado diagnósticos de salud mental de jóvenes que se encuentran cumpliendo condenas en regímenes cerrados se SENAME. El primero, realizado por Rioseco (2009) y el segundo es estudio desarrollado por la Fundación Tierra Esperanza (2012). Ambos estudios han levantado prevalencias de trastornos mentales sin embargo, no han relacionado estas prevalencias con la conducta delictual como tal. En el presente estudio, las variables de salud mental permitirán en primer lugar realizar un diagnóstico de los jóvenes infractores – incluyendo aquellos que cumplen condena en el medio libre cuyo perfil de salud mental no ha sido estudiado- además de cumplir el rol de variables de control en los distintos análisis de trayectorias delictuales.

shdw